Santrosk

Ya no se oyen. Ya no se oyen los pasos tras la puerta. El ligero chirrido que producían, las vueltas. Silencio total. La habitación se ahoga. El pequeño hilo de luz bajo la madera persiste. Levanta su cara del suelo, mira fijamente. Golpes. Más golpes. Sangre en las uñas. Llueve.  La saliva cae. Humo. Humo oscuro. La puerta se abre. Los pasos quedan mudos. Lucha. Forzado. Viejo. Sale. Sale rápido. Largo pasillo. Tropieza. Cae. Vuelve a caer. Tarde. Las paredes le abrazan. Frío. Alivio. Calor. Más calor. Quema. Inmóvil, acariciando el suelo, vuelve a oír los pasos. Se van, ya no se oyen. No hay luz.

Había vuelto el humo, el ritual. Los acontecimientos se desarrollaban como hace años. Coincidencias absurdas. De nuevo, los elementos se situaban en las esquinas correspondientes. Todas las voces al unísono, hablaban de la temática habitual. Los cigarros seguían produciendo cenizas, que caían al suelo. Calor repartido en al ambiente. El olor producido por memorias pasadas. Pájaros por la ventana volaban. Los asientos repartidos de la misma forma. Había vuelto el humo.

La casa ya estaba vacía, todo había quedado atrás. Tras tanto tiempo parecía que la luz volvía a entrar por las ventanas. Después mejor que antes, solía decir siempre, pero, ¿y ahora qué? Paseando de nuevo por el lugar, recordaba todo lo sucedido, y al fondo, ese lugar donde solía pasar el tiempo y tantas largas noches. Parecía mucho más pequeño ahora. El silencio dominaba la estancia, la decadencia impregnaba las paredes. Dio media vuelta, pensando que ya no volvería. Abrió la puerta para salir, no sin antes despedirse de todo lo acontecido.

Rebusca en su cartera algo de cambio, sin embargo encuentra ese pequeño elefante de papel. Recuerda exactamente el momento en el que lo hizo y el porque lo hizo. Olvidado en ese pequeño recipiente, como quien olvida las llaves y al cabo del tiempo recuerda perfectamente donde las dejó. No sabe bien que hacer con ese pequeño recuerdo, ¿lo guardará de nuevo? ¿se deshará de él? O simplemente lo romperá en pequeños pedazos. Ninguna de esas opciones. Comienza a desmontar la pequeña pieza y a construir otra a partir de la materia obtenida. Es así como el recuerdo se transformaría en otro y a su vez permanecería reminiscente. Esta vez sería un pequeño pájaro de papel, que de nuevo introdujo en su cartera, mientras a su vez sacaba el cambio de aquel pequeño hogar, de pequeños recuerdos.

Bebía tan rápido que sus piernas temblaban. Vivía tan lejos, que apenas la veía. Mujer de bien o de mal, buscaba en las mañanas consuelo. Pequeñas dosis de tranquilidad, inconsciencia de un gran mal, sin encontrar el descanso. En las noches mitigaba el dolor, protección mal empleada. Celebraciones vacías en el día de la marmota. Despertaba queriendo volver atrás, pero encontraba algo por lo que seguir. Dividía su vida en dos, sin nadie que la escuchara. Podría parecer una gran perdedora. Encontraba en los resquicios momentos de catarsis, el deseo nunca cumplido. Algo permanecía reminiscente en su interior. Levantaba la ciudad, nunca dudó en que había algo más. Besó el suelo muchas veces, pero nunca miraba atrás. Hoy en día sigo preguntándome como sigue en pie, pero solo con mirarme me responde. Gracias por tu tiempo.